Aprendimos un idioma de concavidades y convexidades. Lo hablábamos a todas horas, indiscriminadamente.
Sumerjo la mano izquierda en su pelo y con la otra le sostengo la nuca. Me miran sus ojos negros, ojos de tuareg sin oasis.
Nos aficionamos a no hacer uso de la discreción, a levantar sospechas. Se nos olvidaba que no debía ser así y, aunque nos habíamos despedido de la moral hacía tiempo...
Su boca entreabierta se acerca violenta a mi cuello, quiero que deje testimonios en él y presumir de que soy tuya.
...esta no se había querido despedir de nosotros y de vez en cuando volvía, convirtiéndonos en delincuentes. Tú corrías a esconderte detrás de lo legítimo.
Concavidades y convexidades en las yemas de nuestros dedos, la piel, el mundo flotando en el líquido amniótico de tus besos.
Cuando te vas, te llaman a gritos las palmas de mis manos.
Nunca dejes de volver...